Biblia de Burgos. Escenas del Génesis
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La biblioteca del Monasterio alcanzó su máximo esplendor entre los siglos X y XI, cuando el cenobio era considerado por entonces el más importante del condado castellano.

Disponía de un "scriptorium", al menos desde el año 914, fecha en que se copio en él las Morales de San Gregorio, desarrollando durante ese tiempo una extraordinaria actividad de creación de manuscritos y codicies miniados.

Beato de Cardeña. Cruz de Oviedo

Tal fue su actividad, que convirtió al Monasterio en foco de difusión de los textos benedictinos por excelencia, destacando entre las más relevantes: Biblia Visigoda de Cardeña (¿912?), Morales de San Gregorio (914), Biblia de Burgos (1175), Beato de Liébana (entre 1175 y 1185), Beato de Cardeña (1185) y el Libro de los Diálogos de San Gregorio Magno, además de otros códices que obras que alcanzaron gran popularidad y una enorme influencia en la cultura y literatura religiosas de la Edad Media.

De entre sus maestros, destacaron al menos que se conozcan, como copistas Sebastián y Gómez, autor este último de los Morales de San Gregorio y al que también se atribuye la Biblia Visigoda de Cardeña, por su semejanza con la anterior, aunque no se han conservado las últimas páginas, donde se incluía generalmente el nombre del autor y como iluminadores a Endura.

Desgraciadamente, la mayoría de estas obras o se han perdido o se han fragmentando, no estando depositadas actualmente en la biblioteca del monasterio.

Actualmente, a biblioteca del monasterio está situada en la panda este del Claustro de los Mártires. Es una gran sala restaurada para tal uso en los años setenta del siglo pasado. Cuenta con dos pisos en los que se distribuyen unos 43.000 volúmenes, además de las diversas revistas que recibe la comunidad encuadernadas en volúmenes.

Los temas que abarca son, sobre todo, teología y espiritualidad, pero también hay libros de filosofía, historia, psicología, arte, biografía, medicina y literatura. La biblioteca se ha ido conformando a partir de la restauración del monasterio en el año 1942. La comunidad ha ido comprando mucho material y ha recibido también donaciones de bibliotecas particulares.

La biblioteca anterior a la restauración del año 1942 ha desaparecido por completo. Solo se conservan unos cientos de volúmenes antiguos que aparecieron tapiados en la casa del otro lado de la carretera donde hoy hay un mesón. Estos libros son, en su mayor parte, del siglo XVII y XVIII, aunque el más antiguo, una historia de la Iglesia, está fechado en el año 1562. Están escritos en latín, español e incluso hay alguno en vasco. Fueron catalogados por la Junta de Castilla y León en los años 90.

Con respecto a la biblioteca de los monjes benedictinos, la última noticia que tenemos de ella se la debemos a Dom Guepin, fundador de la abadía de Silos, que en los años 80 del siglo XIX al pasar por el monasterio de Cardeña, ya abandonado hacia décadas a causa de la desamortización de Mendizabal, vio, a través de una ventana, la biblioteca con libros caídos por el suelo, en mal estado, etc. Sabemos también que durante la invasión napoleónica de España, los soldados franceses se llevaron los libros más valiosos del monasterio al Seminario de San Jerónimo de Burgos, algunos de los cuales después pasaron a formar parte del fondo de la Biblioteca de la Facultad de Teología de Burgos.

Fuentes y Bibliografía:

Scriptorium

Termino latín que hace referencia a la estancia de los monasterios medievales donde se desarrollaba la actividad de copia o traducción de códices por parte de los escribas. Podían tratarse de estancias anexas a las bibliotecas o también, de forma más amplia, realizarse de forma individual en las celdas de los mojes o en los claustros, en unos cubículos habilitados para ello.

Iluminadores

Pertenecían al gremio de pintores y eran los encargados de realizar las ilustraciones de los códices. Trabajaban conjuntamente con los escribas (o “escriptores”) y copistas, en la confección de los ejemplares. Aunque no era habitual, podía confluir en la misma persona la tarea de realizar las ilustraciones y la transcripción de los textos, así como también, trabajar varios iluminadores en una misma obra. De su intervención viene la denominación de códice “iluminado” al que contiene dichas ilustraciones.